Los festejos de los pueblos, ese maravilloso tiempo esperado por todos que nos acerca a la familia y a los amigos.
Por Javier Abad
Da igual que llueva, que nieve, que haga mucho frío o demasiado calor, que estés pasando por una mala racha o que te encuentres en tu mejor momento, los festejos populares se viven con el mismo o mayor ímpetu incluso.
Sí, las fiestas de un pueblo sean del tipo que sean. Ese maravilloso tiempo esperado por todos que nos acerca a la familia y a los amigos. Las fiestas conectan las personas entre sí, une grupos humanos diversos, es también memoria e historia, genera recuerdos comunes y esperanzas colectivas, afirma valores.
El “Folklore”, ese movimiento romántico del siglo XIX que dio origen al estudio de la fiesta. Creada para denominar lo que entonces se llamaba «antigüedades populares». De germen anglosajón que significa el saber de los pueblos, es decir el estudio de lo que un pueblo sabe, piensa o siente. Enraizado en los movimientos nacionalistas, que parten de una mirada selectiva a los valores y sentimientos populares.
Así observamos que la fiesta es un componente importante de la vida de una sociedad. El pueblo que las celebra tiene capacidad de asimilar los acontecimientos y progresar confiadamente hacia el futuro. Un grupo de personas que ha perdido la fuerza de sus ritos carece de pasado, presente y futuro. Festejar algo requiere recuerdos comunes, esperanzas colectivas, vitalidad, integración, colectividad, participación; es una época de júbilo, de bienestar, de una calma unida al ajetreo propio de la fiesta. Si a un pueblo le quitáramos sus festividades, lo liquidaríamos, se consumiría en un presente sin perspectivas ni esperanzas, perdería su identidad.
Todos los que tenemos pueblo lo sabemos, y los que no tengan, ya me jodería (tono bromista).

